Noticia de un gorrión inoportuno o cuando la fiaca estupidiza
Cierto es que el ocio puede ser creativo pero también suele producir derivados con forma de pavadas sin atenuantes. Los hechos son, increíblemente, los que siguen.
En el centro de exposiciones de Leeuwargen, provincia holandesa de Frisia, hace unos días, un grupo de fans del derribo controlado de fichas de dominó —hay que elegir ese hobby, ¿no?— trataba de batir todos los récords: ya habían colocado cuidadosamente 4.155.476 fichas (sí, leyó bien), lo que les había llevado semanas de sudar la gota gorda. El acontecimiento era televisado, según se tomó el trabajo de informar el diario El País, a ¡16 países!.
Pero como si aviesos dioses quisieran castigar semejante desafío al intelecto —sino al recato o la cordura— un gorrión, especie protegida en el país, entró en el centro, se posó sobre una ficha y derribó con gesto mínimo 23.000.
No quiero imaginar —lector, comulguemos en la piedad— la consternación de los participantes. Presos de su inexplicable pasión, desesperados y sin lograr atrapar al ave que amenazaba terminar con su magna obra, no encontraron otro remedio que el balazo. Créase o no, todo terminó en escándalo porque los fans de los animales, que suman muchos más que los derribo de fichas de dominó en Holanda, armaron la de San Quintín.
Consecuencia impensada —como todo esto, en general—: alguien abrió una página en Internet de condolencias para el fenecido gorrión. Y la página recibió 24.000 mensajes (sí, leyó bien) de pésame.
Finalmente, los voluntariosos derribadores, luego de volver a enderezar las 23.000 fichas lograron obtener su ansiado récord y cierto grado de felicidad, podría suponerse.
Unos meses antes también en Holanda, otras personas sin muchas ocupaciones habían construido un barco vikingo de 15 metros de largo con 15 millones de palitos de helado (sí, leyó bien). Y lo pensaban botar, aunque después no hubo más noticias sobre la intrascendencia.
No se debería hacer de la pobreza virtud pero da que pensar que la bonanza produzca semejantes resultados. Seguramente la mayoría de la gente de Burundi, de Laos, de Haití o de nuestra Formosa no tiene tiempo ni ganas de imaginar siquiera cosas parecidas.
"Yo comparto aquí el tiempo entre el estudio y la pereza, hijos ambos de la ociosidad", le escribía el noble romano Plinio el Joven a un amigo desde su casa de campo hace cosa de veinte siglos. Pero Plinio, que de tonto no tenía un gramo, contemplaba el estudio entre su ocio de rico. Y no parece haber muchos Plinios entre el sector de holandeses que nos ocupa.
En éste diverso y espacioso mundo, sobre todo en esas sociedades afortunadas que no conocen la carencia ni el apremio, hay el suficiente tiempo como para practicar pasiones que desafían con olímpica petulancia casi cualquier forma de sensatez, utilidad o inteligencia.
Y en éste orden de cosas conviene recordar algunos hechos recientes: el alegre Alberto asumió en el Principado de Mónaco; la Chechu y Carlos Saúl finguieron amor por amor al rating y Carlos de Inglaterra —que cobra haberes por 20 millones de dólares al año—anunció que abandona el polo.
Marcelo A. Moreno
mmoreno@clarin.com
Fuente: Diario Clarín
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