El hombre que podría haber convertido a Bill Gates en un completo desconocido
Gary Kildall, el mismo tipo que con su genialidad hizo posible la industria de los ordenadores personales, dejó que la oportunidad de convertir a Bill Gates en un absoluto desconocido se le escurriera como agua entre los dedos, al rechazar un contrato con IBM que lo hubiera cambiado todo.
En 1974, Gary vio un anuncio en el que Intel promocionaba uno de sus microprocesadores. Sin pensárselo dos veces, descolgó el teléfono y les llamó ofreciéndoles sus servicios.
Su primer gran logro en la informática fue desarrollar las herramientas con las que programar los nuevos microprocesadores Intel 4004, para luego crear un lenguaje de alto nivel que reemplazó los unos y ceros para darles instrucciones a los modelos 8008 y 8080, de la misma empresa.
Poco después de esto, desarrolló su propia versión de la unidad de disco, el primer DOS (Disk Operating System), al que llamó CP/M (Control Program for Microprocessors), el cual podría controlar periféricos, cómo un monitor o una disquetera. Su entorno asegura que él solo se encargo de escribir desde la primera hasta la última línea de código.
A finales de los setenta, CP/M estaba presente en más de medio millón de máquinas. De hecho, era el sistema operativo que hacía funcionar la mayor parte de ordenadores de la época, con la excepción de los Apple, que no utilizaban chips de Intel y tenían su propio sistema operativo. Todos los demás, incluyendo Seros, Kaypro, Kentucky fried computer, Commodore, Morrow funcionaban con CP/M. Intel podría entonces haber comprado CP/M por 20,000 dólares, pero rehusó la oferta.
Junto a su mujer, Dorothy, Kildall puso en marcha una empresa a la se conoció como DRI (Digital Research INC). Operaban desde una vieja casa de estilo victoriano en Pacific Grove, California. Dorothy se ocupaba del negocio, Gary escribía el código. Cuando empezaron, apenas existía un mercado para CP/M, pero pronto estaban vendiendo miles de copias y ganando millones.
Mientras tanto, IBM desarrollaba en secreto su propio ordenador personal y la elección del sistema operativo era obvia: CP/M, el estándar del mercado. Fue entonces que IMB le propuso a Gary comprar su producto por 200.000 dólares más 10 dólares extra por cada copia vendida, cifras que rechazó sin pensar. Y fundamentos para hacerlo sobraban: CP/M tenía un fuerte reconocimiento de marca y gran porcentaje de los PC lo utilizaban. ¿Para que renunciar a eso?
Entonces, IBM contactó a Microsoft, por entonces una pequeña empresa dedicada a suministrar lenguajes de programación para microprocesadores. Bill Gates, su presidente, demostró su habilidad para los negocios y aceptó desarrollar el PC-DOS, viendo la oportunidad mucho más nítidamente que Kildall. Para convencer a IBM, Gates mintió sobre tener un sistema operativo ya desarrollado, sabiendo que se podía conseguir uno.
Fue así que Microsoft compró en 50.000 dólares Q-DOS, una imitación de CP/M escrita por Seattle Computer Products. Por supuesto, nunca mencionó que se lo iba a revender a IBM. Tras el renombre a MS-DOS y pequeñas reformas en el sistema, cerró el trato con IBM. Le pagarían royalties por cada copia vendida y Microsoft conservaría los derechos sobre el sistema operativo, lo cual significaba que podían vendérselo a quienes ellos quisieran.
Los PC de IBM se convirtieron pronto en un estándar en la industria de los ordenadores personales, pero el precio de sus máquinas era elevado. Esto dejó la puerta abierta para la aparición de los ordenadores clónicos compatibles con IBM. ¿Adivinas quien le vendió el sistema operativo que todos y cada uno de ellos necesitaban? Acertaste: Fue Microsoft.
A diferencia de Bill Gates, Gary Kildall también rechazó entrar en el mercado de los procesadores de texto y las hojas de cálculo, porque pensó que no sería ético vender las dos cosas: el sistema operativo y el software adicional.
En 1991, vendió su compañía DRI a Novell por 120 millones de dólares. Después fue el presentador de un programa de televisión sobre ordenadores y escribió un libro de 250 páginas contando todo lo ocurrido desde su punto de vista, que nunca ha sido publicado.
Poco antes de la medianoche del 8 de Julio de 1994, Kildall entró en un bar llevando su chaleco de Harly Davidson. En el bar, había un grupo de moteros con apariencia de tipos duros. Nadie sabe exactamente lo que sucedió, pero de algún modo se golpeo la cabeza con algo mientras se caía de espaldas. Salió del bar por su propio pie. ¿Fue una pelea? ¿Estaba borracho? Ni siquiera Kildall se acordaba.
En dos visitas separadas al hospital durante ese fin de semana, nadie encontró el coágulo entre su cráneo y el cerebro. Tres días más tarde, a los 52 años de edad, estaba muerto.
Si hay una moraleja en esta historia es que, en el mundo de los negocios, la astucia y el sentido de la oportunidad es mucho más decisiva que la inteligencia.
Fuente: www.pedromurillo.com |